Mi mision

"...Quizás deberiamos pasar más tiempo arrodillados ante los demás, olvidar nuestros altares de papel por un buen rato, solo contemplar, verás al cambiar fisicamente tu perspectiva de todos y todo, no solo los enalteces en visión sino también en esencia, es increible como ves la grandeza de todos al inclinarte entonces al ver su grandeza se activa en tu corazón aquello que se le suele llamar amor que no es más que ver el todo en todo, el universo en un solo ser..."

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La Espera I


La Espera I
01/03/09
Lejos su vista se perdía en el nebuloso horizonte, que se disipaba, así como las tiernas melodías que siempre le acompañaban desde el momento en que le conoció, y así entre suspiros y desdicha le rogaba al viento una oportunidad de ser feliz. Triste le parecía el jardín desde su ventana, triste el cantar de las aves que parecía a ratos agujerear su cabeza mofándose de ella sin tregua alguna, entonces recordó las palabras de su padre, el Conde, ¡No permitiré que ridiculices a todo el condado!, grito este, ¡antes prefiero verte muerta! Se arrepentía en parte de aquel ultimo beso, que le había robado al trovador, presentía que aquel ultimo deleite seria su perdición, mas haciendo caso a los arrebatos de un corazón enamorado, le beso, sin ningún reparo, extraño fue sin duda alguna mi paseo por el jardín aquella tarde tormentosa, se dijo, mas había empeñado mi palabra y a mi alma le urgía verle nuevamente, recapacito. Pocos días faltaban para el nuevo encuentro, pues así lo habían acordado con anterioridad, ¿como explicarle que fuimos descubiertos? ¿Que tanto el como yo corríamos serio peligro de ser vistos juntos?, se preguntaba temerosa mas por la vida de el que por la suya propia, debía advertirle de alguna manera, se decía llorando, al imaginarse culpable de la muerte de el.
Afuera la lluvia arreciaba nuevamente y la tranquilidad de la noche dio albergue a un esperanzador y a la vez peligroso plan en su cabeza. Apenas había amanecido cuando de la habitación de la joven se escuchaban lastimosos gritos de ayuda, tan enferma fingió estar ella que se dio aviso de forma inmediata al encargado de la salud de la nobleza, Edgard, un anciano de noble posición y quien prodigaba un paternal cariño hacia la joven, fue quien llego al instante y a pesar de su avanzada edad recorrió con gran agilidad el trecho hasta la habitación de la dama¿ Que sucede?, pregunto este, sin antes recuperar en parte el aliento, no me pareces muy enferma, continuo. Pues no lo estoy, confidencio esta, habiéndose asegurado que las puertas estaban cerradas,
No comprendo, Mariana, ¿Porque me has hecho acudir en tu ayuda?, pregunto el anciano, Los años y el cariño que en mi niñez me has manifestado me ha hecho sentir gran estima por ti, explico la joven es por eso que deseaba pedirte un gran favor, ¿puedo confiar en ti?, pregunto Mariana, mi lealtad esta con el conde, tu padre, respondió el anciano, mas antes fui amigo de la familia de tu fallecida madre, y ahora lo seré tuyo, puedes contar conmigo, concluyo el anciano.
Gracias Edgard, respondió ella, necesito que le hagas llegar esta carta a alguien muy importante para mi, de no hacerlo nos pondrías en peligro a el y a mi, lo referente a como llegar a ese lugar esta escrito en el reverso, por favor te ruego hacer llegar la carta esta misma tarde saliendo del palacio, mañana podría ser muy tarde, por favor, tienes mi felicidad y quizás mi vida en tus manos, haré todo lo posible Mariana, le dijo el anciano, te lo juro por tu madre. Y sin perder tiempo Edgard salio inmediatamente del palacio y subiendo a su carruaje se dirigió al lugar indicado por Mariana, sin percatarse que en secreto era vigilado.

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