Sabrán tus ojos de
los míos cuando no estás, que alguien los recuerda que este mísero tal vez par
o más de kilómetros que nos separan se desvanecen,
porque te siento y te
respiro en silencio, acomodándome entre tus brazos cálido hogar que me
reconforta y adormece plácidamente.
Sabrán tus manos que
las mías aun te buscan y te toman, amigo, compañero de estos días.
Cuanto pesará lo que
creemos conocer de tiempo porque parece una grieta haberse enfrascado sintiéndose
tan extensos los momentos que llevo mirándote que no cabe todo esto en cuatro o
cinco meses, un error de cálculo tal vez y no se porque me sienta tan bien tu
sonrisa al lado de la mía, y tu risa tanto alboroto a mi corazón, mi corazón que
se siente cicatrizar y bañarse de un suave bálsamo que lo recubre.
Es tu alegría la que
me levanta y me lleva a querer jugar y soñar, es tu calma también y tus
pensamientos de quienes me dejo abrazar, todo ese mundo tuyo que se despliega
en colores y poesías, cuentos y conversaciones del que me quiero llenar,
conversaciones que no se detengan más si no es alguna vez para besarte.
Cuando hablas mi corazón
vuela lejos contigo y es un ave sin prisa ni destino más que ser parte del
viento, y construimos mundos que tal vez no pasen de una noche pero me llevan a
conocer las avenidas de tus deseos y algún que otro recoveco de inseguridades y
fantasmas, déjalos también aproximarse.
Atesoro también los
fragmentos de cotidianeidad que compartimos, así, aunque no este ahora o mañana
cerca de ti, no requiere ningún esfuerzo a mi alma el acompañarte donde quiera
que estés.
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