¿Ves cuando estas al borde de un precipicio
del que te costó subir, trepar y escalar?, por ratos te asombras de la proeza,
aun con el cansancio, aun con temor, pero satisfecho, dudas si quedarte a
descansar o seguir subiendo, una parte te dice que mereces el descanso y otra
que es mejor no confiarse, bueno a veces creo que nos confiamos, y es que mirar
al precipicio te atrae, te hipnotiza, y sin darte cuenta estas ya, con los pies
en el barro, de nuevo.
El tema aquí es uno que nos reúne, nos
llama y nos convoca desde hace tiempos inmemoriales, ¿Quiénes somos?, pero no
me refiero a ese listado de características inamovibles, que desde pequeños nos
llevan a intentar definirnos, si no, de cuales son nuestros verdaderos
impulsos, y necesidades, ¿será posible llegar a esa respuesta, acaso? cuando creemos llegar, a veces surge otro,
como un espejo, un reflejo, el arte es saber distinguir lo que el otro nos
refleja de lo que el otro es, y las necesidades del otro, ¿Cómo saber cuándo se
nos refleja aquello que debemos trabajar de aquello que percibimos del otro? ¿Y
cómo saber si lo que percibimos es nuestra interpretación de las necesidades
del otro o las necesidades reales?
Es en base a esta interpretación que a
hacemos que actuamos, muchas veces desde la defensa, como si la vida fuera un
campo de batalla, tal vez falte mejor escucha y no solo de los oídos, sino
también de los ojos, una escucha de los ojos, para ver las acciones que el otro
ejecuta, y responder a esta, no como un ir y venir de palabras , cargadas con
frustraciones, si no como una danza, un entrelazado de oraciones, de historias,
que traen en si misma dolores, miedos, alegrías y expectativas, mejor dichas
acá como necesidades encubiertas.
Vamos volviéndolo subjetivo. Parecía fácil
antes hablar del yo en términos de elecciones cotidianas y simples, pero cuando
ese abrirse esta relacionado con expectativas respecto de otro, volverlo más real
y concreto, puede generar temor ¿Por qué? Puede haber una negativa, un
sentimiento de rechazo al no coincidir el otro, entonces expones tu deseo y el
otro no piensa igual, no coincide, no hay sintonía, siento que ahí radica la
dificultad de ser honesto, porque corremos el riesgo del abandono, una de las
heridas que puede dejar la infancia.
Y el problema además es que si no nos
enfrentamos a nuestras necesidades, expresándolas, mostrándolas, por una parte
el otro con quien nos intentamos vincular, no las conocerá, no habrá una real
intimidad, e iremos por la vida repitiendo una forma interaccional superficial
que a corto plazo será lo suficiente
para sobrevivir, pero luego se llenará de frustración al no ser lo que somos
(sea lo que sea eso), en un segundo camino si exponemos las necesidades, podemos
ser abandonamos (confirmando nuestro temor y nuestra herida de la infancia).
Ahora está la posibilidad que todos
deseamos en el fondo, alguien que nos acoja, que no nos juzgue, pero cuya cercanía
tiene efecto tanto en el otro como en nosotros, porque al igual que todos también
tiene una infancia herida (¿quién no?) y ha aprendido sobre esta a poner límites,
o establecido ciertas estrategias más o menos sanas para cuidarse, así explicado
pareciese simple, hablar desde lo más intimo y natural, pero en el cotidiano si nos dejamos llevar por el caos, esta danza
de palabras e historias es fácilmente alterada, obstaculizada, por aquello que
tenemos más a mano que es actuar desde la herida, si es abandono entonces estoy
a la defensiva ante todo, todos me quieren herir, y para cuidarme, debo atacar,
y el otro, como otro en proceso, en aprendizaje recibirá nuestro daño, al ser
visto como una amenaza, tal vez a la integridad de ese yo que hemos construido en
base a una percepción de un entorno distorsionado (por nuestra herida).
Es fácil caer en la vorágine de la herida,
porque año a año calo ese camino en la psique, como la memoria muscular que aprende
nuestro cuerpo tras horas y horas de aprender una coreografía, es fácil, lo
puedes hacer con los ojos cerrados, no significa ningún gran logro, te ayudo a
sobrevivir si, fue funcional, a cambio tal vez de algunos dolores y magulladuras,
lo difícil es tal vez incorporar otros pasos, nuevos movimientos, no hablo de
empezar desde cero, porque el cuerpo recuerda, tal vez baste con otra perspectiva,
principalmente si quieres bailar con otro.
Sabemos que hay toda una hoguera interna a
veces, que quema como el peor de los recuerdos, que se alimenta del peor de los
pensamientos, que tiene principio y final, pero tratar de apagarla no pareciese
la solución, ¿te has sentado frente a una fogata?, en ocasiones pareciese que
el humo siempre te persigue y te hace llorar, bueno aquí es lo mismo, tal vez
ese fuego quiera ser visto, sentido, sentido su calor, que también es luz, esa
luz que nos puede guiar hacia lo que debemos sanar.
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