Es inútil querer asegurarse
Un nombre es tan solo un puñado de letras ataviadas a la
fuerza a un rostro
A una carne, víctima de condicionamientos
Del momento preciso de la llegada, del arribo dependiendo
del contexto
No poseemos nombre, o identidad somos solo el sentir que se
exalta ante la perfección de lo perdurable, somos el fragmento de tiempo medido
en que el aire se entrecorta en la garganta ante la caída del rio, o el
majestuoso manto montañoso que se levanta sobre el mar, en la vista que se
pierde en el hipnotizante vaivén de las olas nacemos y morimos, somos
Nos exalta, nos llama porque reconocemos la conexión divina
en ese instante somos lo real que se conecta a la base, al origen de lo
familiar, el destello universal que aún no ha sido sometido, que no responde al
grito de un nombre, porque aquello que somos no posee equivalencia en ningún idioma,
es la fiera indomable y sabia que no pertenece, solo deambula del mar al viento
del detalle al todo, pisando el hoy, recordando lo antiguo y olfateando el
porvenir.
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